jueves, 31 de enero de 2008

El increpador

Uno de los recuerdos que con más cariño guardo de mi infancia era la llegaba del increpador al pueblo. La primera vez que llegó, fue en compañía del afilador; venía callado, con los ojos muy abiertos y nos miraba a todos, apoyado en la fuente de la plaza. Parecía que maquinaba algo en su interior, algo que le producía una malévola alegría. Por entonces, nadie sabía lo qué era un increpador, pero a nadie le pasó inadvertida su presencia.

Al año siguiente, vino solo. Con su boina, su cigarro, su carricoche. Llegaría a la plaza a eso de las dos, cuando salíamos del colegio. Llegó y mientras nos miraba con sus ojos de lobo cansado, gritó:

El increeeeepaaaaadooor, el increeeeepaaaaaadoooor! Para el niño, para la niña, el increeeeeeepadooor, para el viejo, para la vieja, el increeeeepaaaadorrr!

Allí estaba, gritando, el increpador. Y, nosotros –niños y viejos- que éramos de un pueblo pequeño y nunca habíamos visto un increpador, estábamos atónitos.

El increeeeepaaaaadoooor! Para el gordo aceitoso, para el huesos, para el tonto, para el que se pasa de listo, para el que le pones una gorra y se cree importante, para el que se come las cacolas, para el que no se ducha, para el que se ducha demás, para el que estorba, para el que grita por las mañanas…el increeeeeepaaaaaaaadooooor!

No sé cuánto tiempo estaría así. Bastante. Yo no tenía reloj –en realidad, ninguno lo teníamos e íbamos y veníamos según nos viniese en gana…a nosotros o a nuestros padres- pero calculo que estaría berreando unos diez minutos. Tiempo suficiente para que nuestros padres viniesen a buscarnos y llevarnos a casa agarrados por las orejas.

Desde ese año, desde ese junio, ha vuelto todos los veranos. Y, desde entonces, no somos pocos, los que ahora vamos por las calles y nos anunciamos como…

El increeeeeepaaaaaadooooooooor!

viernes, 25 de enero de 2008

Lagartijas de Panza Rosada (Canción)

Concebida para ser la intro de “La Leyenda de Casiopea Muñiz y Torcuato Flor”

Lagartijas de panza rosada
Sobre las piedras le dicen al sol
-allá en lo alto, allá en el cielo-:
“Bajo la parra, Torcuato Flor”

Y canta Torcuato, de apellido Flor,
Que la parra es bella,
Más bella, su amor.

“Mi parra y mi bella,
Mi bella y el sol,
Mi bella y mi parra,
Qué bonitos son”

“Ay, Torcuatín”- dice Casiopea,
Tan llena de amor,
Que está casi ciega.

“Querido Torcuato,
De apellido Flor,
Sabes que te quiero,
Sabes que eres mi sol”

Y un Metalsaurio que viene a estorbar,
A dar grandes voces,
A traer Metal.

A decir cochinadas,
A hablar por hablar,
A escribir tonterías
A cantar por cantar:

“Tu parra y tu bella,
Mi pella y el sol,
Mi pella y tu bella,
Qué bonitos son”

jueves, 24 de enero de 2008

Menguaciente

Un hombre pequeñito, pequeñito, con cabeza grande, grande, sacó a pasear a su perro, enorme, enorme, enorme como un mamut.

Era un curioso espectáculo verlos caminar por la acera, de camino al parque, pues tanto el hombre, su cabeza y su perro, eran, intermitentemente, seres menguantes y seres crecientes. Así, cuando el hombrecillo empequeñecía, su cabeza se agigantaba, y cuando ésta menguaba, el hombrecillo, crecía. Lo mismo pasaba con su perro, pero como los perros no tienen alma, su cuerpo y cabeza crecían y menguaban acompasadamente.

Al llegar al parque, el perro, aún enorme, cumplió con su deber, con lo que su dueño esperaba de él, y de su ano dilatado brotó un alegre zurullo menguaciente (pues este el termino científico para lo que crece y mengua en intervalos regulares). Puede que fuese el alegre zurullo que lo contagiase, o que el parque ya gozase anteriormente de tan maravilloso don –ni el hombre, ni su cabeza, ni su perro lo sabían pues eran recién llegados a la ciudad- pero el caso es que el ahora hombretón con cabecita y perro minúsculo, contemplaba con satisfacción como una enorme masa marrón se alzaba en el cada vez más pequeño parque.

domingo, 20 de enero de 2008

Miguel Caballero y el Auto Increíble

Hace algún tiempo me comentaba la Momia que Fuma que podríamos recopilar las parrafadas "oigan" que nos encontramos por la interné...Como he encontrado una de ellas, (y hacía tiempo que no ponía un vídeo) aquí la dejo (no es una parrafada, sino un doblaje del Coche Fantástico muy gracioso). Dura 10 minutos, pero merece la pena:

lunes, 14 de enero de 2008

Lo más

En la más elegante sala de conferencias de la ciudad se dieron cita los que se consideraban los empleados más ejemplares del mundillo empresarial de la zona. Estaban todos: el que más mandaba, presentando; el que se consideraba el más gracioso, tres filas más atrás del más majo, que a su vez estaba tres filas más atrás del que era realmente el más gracioso; una fila por delante de éste, junto a la que creía que “responsable” y “jefe de equipo” eran grados sociales, el que se consideraba el más guapo, y nueve filas más atrás la que, en verdad, era la más guapa. A su lado, trataba de mantenerse a flote entre el mar de números un metalsaurio maravillado por palabras como ebitda, churn y arpu –sin duda, las más molonas del mundo: más que “responsable”, más que “jefe de equipo” y más que “teta”-.

martes, 8 de enero de 2008

Payasos sucios

Mi nombre es Nathan y soy hijo de la multitud. Tengo 16 años. Pertenezco a una familia de nivel medio y en opinión de la gente normal, soy tan normal como ellos. No entienden que, a pesar de mi edad, me doy cuenta de la mediocridad que me rodea, de la insignificancia de los problemas comunes bajo los que sucumbe la multitud. Complicaciones que, siendo los humanos pequeñitos como somos, son más pequeñas que nosotros mismos. Las estrellas, de descomunal tamaño, parecen minúsculas desde la Tierra...¿cómo seremos nosotros de pequeños a sus ojos?

Esta noche salí a demostrarlo. A matar a alguien; a algún monigote sin otra meta en su vida más que existir, que estar. Probablemente su familia y amigos lo pasarían mal una temporada; la humanidad, ni lo notaría.

En el puerto encontré a dos idiotas. Uno, entre cartones y basura, el otro igual, pero con algo menos basura con la que abrigarse. Un pequeño fuego ardía a pocos metros. Me acerqué. El menos sucio se levantó y trató, en vano, de adecentar su ropa.

Le apunté a la cabeza y le anuncié que su hora había llegado. En lugar de asustarse y mearse encima, sólo acertó a preguntar “¿qué?”. Borracho, no me había entendido. Su sonrisa boba, acorde con su ser, dejaba bien claro que si alguien sobraba en el mundo, ese era él. Y sin embargo, no le maté. Volví sobre mis pasos, pistola en mano, rabia en el corazón. Ni su muerte tendría la solemnidad que yo anhelaba, ni los periódicos le darían relevancia alguna; además, puede que esos dos mierdas sepan mejor que nadie que son más pequeñitos que las estrellas.

Franky, joder, casi nos matan…

…Ñg…

Eres sabio, tío, eres sabio.