Por curiosas y fuera de lo común, que no pasen por falsas mis palabras, oh César, pues en ellas yace la verdad oculta a los ojos del Imperio. Permíteles guiar tus pasos en esta tierra ignota y eludir así los padecimientos y la incertidumbre con los que desde que atracamos camino y exploro.
Partí de Ostia con el SPQR en mi corazón, en mi mente, y en los pilum de cada legionario que me acompaña, mas aquí, nadie sabe del Senado y del Pueblo de Roma y les trae sin cuidado nuestro estandarte y el poder que lo sostiene. En sus gentes, bastas y de costumbres salvajes, el único signo apreciable al que benévolamente llamaríamos civilizado es un coliseo que, con cierto esfuerzo –a priori, difiere en más de lo que se asemeja- me recuerda al de alguna ciudad menor del Imperio.
Tardamos un tiempo en descubrir el porqué de su actividad nocturna -mientras dormíamos, ellos velaban y festejaban en su coliseo iluminado por antorchas y gritos- pero, una vez puestos a ello, resultó tan sencillo como entrar como uno más y acomodarnos en la bancada de piedra: rodeados de fuego, pelean fieras, esclavos y gladiadores.
Los esclavos caen los primeros: más que pelear, corren perseguidos por las fieras o los gladiadores ante el regocijo del público. Los luchadores miedosos y condimentados en sangre propia y ajena, son las siguientes presas fáciles. Y si alguno, bestia o gladiador, queda en pie en noche de luna llena, desde un oscuro pasadizo un último gladiador salta a la arena y se hace el silencio. Los que están en las primeras filas buscan acomodo en las traseras, y los de las traseras, corren a sus guaridas.
Las noches de luna llena este gladiador, mira al cielo…y pobre de aquel que le haga frente, porque al tornarse lobo sus aullidos hielan la sangre.
Partí de Ostia con el SPQR en mi corazón, en mi mente, y en los pilum de cada legionario que me acompaña, mas aquí, nadie sabe del Senado y del Pueblo de Roma y les trae sin cuidado nuestro estandarte y el poder que lo sostiene. En sus gentes, bastas y de costumbres salvajes, el único signo apreciable al que benévolamente llamaríamos civilizado es un coliseo que, con cierto esfuerzo –a priori, difiere en más de lo que se asemeja- me recuerda al de alguna ciudad menor del Imperio.
Tardamos un tiempo en descubrir el porqué de su actividad nocturna -mientras dormíamos, ellos velaban y festejaban en su coliseo iluminado por antorchas y gritos- pero, una vez puestos a ello, resultó tan sencillo como entrar como uno más y acomodarnos en la bancada de piedra: rodeados de fuego, pelean fieras, esclavos y gladiadores.
Los esclavos caen los primeros: más que pelear, corren perseguidos por las fieras o los gladiadores ante el regocijo del público. Los luchadores miedosos y condimentados en sangre propia y ajena, son las siguientes presas fáciles. Y si alguno, bestia o gladiador, queda en pie en noche de luna llena, desde un oscuro pasadizo un último gladiador salta a la arena y se hace el silencio. Los que están en las primeras filas buscan acomodo en las traseras, y los de las traseras, corren a sus guaridas.
Las noches de luna llena este gladiador, mira al cielo…y pobre de aquel que le haga frente, porque al tornarse lobo sus aullidos hielan la sangre.
2 comentarios:
El gremio de historias, leyendas y demás tansilvano1900 ha puesto el grito en el ciel en el averno nada mas leer tal descubrimiento apresurándose a pedir una comprobación, no sin mostrar su temor de perder la denominación de origen del hombre-lobo.
Y es que este epistolario secreto demuestra que era una de romanos :)
Muy bueno el texto-vídeo quillo!
Mientras no pidan canón, todos contentos :)
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