jueves, 15 de marzo de 2012

Desertores (Capítulo 1)

El cerco de la infantería era cada vez más agobiante y el alto mando en su repliegue, ya ni siquiera pensaba en disimular un ataque, un blitzkrieg de circunstancias, no, no, sólo en defenderse y en la lapidaria frase que soltarían al expirar.

En el otro bando, las órdenes eran claras: sin prisioneros, había dicho el capitán Manuel Firmes, justo antes de soltar una risotada que retumbó en una noche en la que más que los tiros se oían los lamentos del enemigo.

En una mano, una modesta taza con agua caliente y manzanilla, en la otra, cinco dedos como serpentinos monstruos maquinaban el siguiente movimiento de tropas. Apuntó a un peón, lo cogió y avanzó una casilla:

-¡Jaque mate!

Cautivo y desarmado el rey negro, el derrotado cabo Onofre Barrenos compuso un gesto serio, recogió el tablero y las piezas, una por una, y mientras Firmes marchaba orgulloso para su saco de dormir, fusiló en la noche al peón blanco causante de su vergüenza.

-Cabo Barrenos –dijo el capitán desde su saco- organiza la guardia. Nos espera un largo viaje.

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