sábado, 10 de marzo de 2018

Envidia: Nidia, la manzana podrida


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Érase una vez dos manzanas que colgaban en la punta de una rama. Ambas sanas y fuertes. Llamaremos a una Nidia y a la otra Nicolasa y, a pesar de su aspecto, muy similar, las distinguiremos fácilmente, incluso en un primer vistazo, porque Nidia ha caído al suelo y Nicolasa se mantiene en la rama.

Antes amigas cercanas, Nidia y Nicolasa, ahora están más distantes. Nidia debe mirar hacia lo alto para ver a Nicolasa. Nicolasa en cambio mira hacia abajo cuando saluda y sonríe a Nidia. Las dos saben que han nacido en la misma rama y soportado los mismos vientos y pájaros, y que sólo el azar ha hecho caer a Nidia, sin embargo, en el corazón de Nidia sus pepitas se retuercen al contemplar a Nicolasa. Tan en lo alto y sonriente. Recibiendo más sol y siendo acariciada por la brisa. Ojalá se caiga.

Nicolasa se mantiene en el árbol. Sigue saludando a Nidia allá abajo, a pesar de que nota que Nidia no le corresponde. Sus nuevas amigas están más alejadas de lo que antes estaba Nidia, pero más cerca de lo que ahora la separa de ella. Además, saludan y son agradables. Nidia por su parte, contempla cómo Nicolasa tiene nuevas amistades y cómo aguanta en la rama.

Incluso cuando finaliza la época de las manzanas, Nicolasa resiste. Es la última. Y mientras Nicolasa la saluda, Nidia desea que caiga, junto con el árbol.


sábado, 3 de marzo de 2018

Manfredo, el avaro


Para seguir pecando, visita las entradas anteriores: Lujuriapereza , gula e ira

A Manfredo le gustaría vivir en el edificio más alto de su pueblo y no es así. Vive en un primer piso. Es obligado decir que, en su pueblo, Poblestrela, la casa más alta tiene dos pisos y que apenas la torre de la iglesia la supera en altura. Aún así, por desquite, Manfredo se cuela todas las noches en la iglesia y sube al campanario. Dedica unos escasos segundos a disfrutar del Poblestrela dormido, iluminado tenuemente por el alumbrado público o la luna. Pasados los segundos de contemplación, Manfredo echa mano de su carpeta llena de folios y de su bolígrafo, dirige la mirada al cielo y comienza a contar estrellas. A cada una le da un nombre que consiste en una eme mayúscula, de Manfredo, un guion, y un número de serie. Cuando el cansancio le vence, regresa a casa y archiva las hojas del día con las demás. Tiene la casa llena de folios, ordenadísimos todos. Llenos de nombres de estrellas.

Hace tiempo que Poblestrela sabe de las actividades nocturnas de Manfredo. Lo achacan a su carácter esquivo e inofensivo. Tienen tan asumido que Manfredo se cuela todas las noches en la iglesia que nadie se da cuenta cuando deja de acudir.

Las habladurías de que algo raro trama Manfredo comienzan cuando alquila un bajo comercial en la plaza mayor. Continúan cuando lo acondiciona y se convierten en un mar embravecido en cuanto coloca el cartel del negocio: Venta de estrellas.

Hay muchas risas en Poblestrela y muchas visitas a la tienda de Manfredo. Sobre todo, para contarlo después. Alguna venta resulta de los que quieren darle así limosna y hacer un regalo original. Manfredo asegura además que con la compra de la estrella se adquiere el derecho de ponerle nombre. Como quien tiene una mascota y le da nombre.

Cuando cae la curiosidad por el negocio de venta de estrellas, peligra el medio de vida de Manfredo, pero está tranquilo. Hasta el momento sólo los compradores se habían percatado de que las estrellas que compraban desparecían del cielo nocturno. Ya se lo había advertido Manfredo en el momento de la compra: “La estrella ahora es tuya, de nadie más”. Y con esto en mente, sintiendo suyas las estrellas no vendidas, Manfredo coloca un cartel en el escaparate: Liquidación de existencias.

Con este cartel no pretendía anunciar una rebaja en el precio sino anunciar que haría desaparecer las estrellas no vendidas, y, por bloques las va retirando de la venta y del cielo.

Manfredo sigue vendiendo poco y sigue borrando estrellas, mientras espera a que alguna institución astronómica lo llame. Tardan en dar con él, pero finalmente lo hacen. Para ese momento en el cielo sólo había la mitad de estrellas de las que debería haber. El instituto astronómico internacional accede al pago millonario por el rescate de las estrellas y a construirle un edificio de tres pisos. Así será el hombre más rico del mundo y el que vive en la casa más alta de Poblestrela.

Manfredo es feliz con su nueva casa y sus miles de millones. En el instituto astronómico internacional también son felices. Tienen a las estrellas de vuelta y si sus previsiones se cumplen, un diminuto meteorito caerá en la casa de Manfredo.