Esta noche es la primera en la
que Guille duerme con la luz apagada. Los padres ya lo han arropado y ya le han
leído el cuento de Boogie, el oso astronauta. La madre, aún así lo nota intranquilo
y le recuerda que es noche de luna llena y que en las noches de luna llena el coco
se esconde.
Guille se encoge en cama, sólo se
le ve el pelo. Es como una bola de ropa que da vueltas y vueltas tratando de
dormir. Contar ovejitas no le ayuda porque apenas sabe contar y tampoco encuentra
una correspondencia clara entre las ovejas y el sueño. Guarda silencio y duda
de si llorar o llamar a gritos a su madre. Silencio. Sólo se oye el ritmo de su
respiración, medio mocosa y algo…como una voz, afuera.
Asoma la cabeza y escucha. La voz
es la de un desconocido, pero claramente llama “Guille, Guille”. Y Guille está
aterrorizado. Las palabras se le atragantan y no puede ni llamar a sus padres. Se
incorpora levemente con miedosa curiosidad y mira por la ventana. Al otro lado,
mirando a izquierda y a derecha con
pinta de desesperación, el coco lo vuelve a llamar “¡Guille, joder, abre la
ventana!”
Pero Guille no abre. Sólo es
capaz de mirar, anonadado, al coco. Y el coco implora, impaciente. “¡Abre,
Guille!”. Cada vez chilla más fuerte. Es raro que sólo él lo oiga. La luna está
llena y en lo alto. Nada tiene sentido. “¡Por favor!”
Algo sale de entre los arbustos. Es
peludo y por su forma de correr parece que no se decide entre correr erguido o
a cuatro patas. Pero el caso es que corre detrás del coco alrededor de la casa
hasta que lo coge y se lo zampa.
El hombre lobo mira a Guille
desde el jardín y lo saluda. El coco ha muerto. Y Guille tiene más miedo que
nunca.
2 comentarios:
Me ha gustado mucho este cuento de miedo. Porque da miedo de verdad, porque es la verdad.
Miedete tuvo también el coco, jajaja!
Muchas gracias, Ángeles!
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