sábado, 3 de marzo de 2018

Manfredo, el avaro


Para seguir pecando, visita las entradas anteriores: Lujuriapereza , gula e ira

A Manfredo le gustaría vivir en el edificio más alto de su pueblo y no es así. Vive en un primer piso. Es obligado decir que, en su pueblo, Poblestrela, la casa más alta tiene dos pisos y que apenas la torre de la iglesia la supera en altura. Aún así, por desquite, Manfredo se cuela todas las noches en la iglesia y sube al campanario. Dedica unos escasos segundos a disfrutar del Poblestrela dormido, iluminado tenuemente por el alumbrado público o la luna. Pasados los segundos de contemplación, Manfredo echa mano de su carpeta llena de folios y de su bolígrafo, dirige la mirada al cielo y comienza a contar estrellas. A cada una le da un nombre que consiste en una eme mayúscula, de Manfredo, un guion, y un número de serie. Cuando el cansancio le vence, regresa a casa y archiva las hojas del día con las demás. Tiene la casa llena de folios, ordenadísimos todos. Llenos de nombres de estrellas.

Hace tiempo que Poblestrela sabe de las actividades nocturnas de Manfredo. Lo achacan a su carácter esquivo e inofensivo. Tienen tan asumido que Manfredo se cuela todas las noches en la iglesia que nadie se da cuenta cuando deja de acudir.

Las habladurías de que algo raro trama Manfredo comienzan cuando alquila un bajo comercial en la plaza mayor. Continúan cuando lo acondiciona y se convierten en un mar embravecido en cuanto coloca el cartel del negocio: Venta de estrellas.

Hay muchas risas en Poblestrela y muchas visitas a la tienda de Manfredo. Sobre todo, para contarlo después. Alguna venta resulta de los que quieren darle así limosna y hacer un regalo original. Manfredo asegura además que con la compra de la estrella se adquiere el derecho de ponerle nombre. Como quien tiene una mascota y le da nombre.

Cuando cae la curiosidad por el negocio de venta de estrellas, peligra el medio de vida de Manfredo, pero está tranquilo. Hasta el momento sólo los compradores se habían percatado de que las estrellas que compraban desparecían del cielo nocturno. Ya se lo había advertido Manfredo en el momento de la compra: “La estrella ahora es tuya, de nadie más”. Y con esto en mente, sintiendo suyas las estrellas no vendidas, Manfredo coloca un cartel en el escaparate: Liquidación de existencias.

Con este cartel no pretendía anunciar una rebaja en el precio sino anunciar que haría desaparecer las estrellas no vendidas, y, por bloques las va retirando de la venta y del cielo.

Manfredo sigue vendiendo poco y sigue borrando estrellas, mientras espera a que alguna institución astronómica lo llame. Tardan en dar con él, pero finalmente lo hacen. Para ese momento en el cielo sólo había la mitad de estrellas de las que debería haber. El instituto astronómico internacional accede al pago millonario por el rescate de las estrellas y a construirle un edificio de tres pisos. Así será el hombre más rico del mundo y el que vive en la casa más alta de Poblestrela.

Manfredo es feliz con su nueva casa y sus miles de millones. En el instituto astronómico internacional también son felices. Tienen a las estrellas de vuelta y si sus previsiones se cumplen, un diminuto meteorito caerá en la casa de Manfredo.

3 comentarios:

Ángeles dijo...


Tiene algo de mitológico este cuento; así podría haber explicado un pueblo primitivo la desaparición de estrellas: es que hay un señor que se las queda :D

Es muy chula la idea del pago de un rescate por parte del observatorio, y luego la amenaza del meteorito. El malo cree que ha ganado, pero no sabe que el universo acabará haciendo justicia ;)

Muy bonito el cuento, original y gracioso, como suelen ser los tuyos.

Anónimo dijo...

Muy buenas, Metalsaurio.

Hacía siglos que no te visitaba, y hoy, que está esto tranquilo, no sólo te he visitado a ti y a Sin Equilibrio, sino que también me he visitado a mí mismo, al yo que fui allá por 2006. Muy bonito este cuento, como también el del ciego. Manfredo me ha caído bien aunque se apropie de las estrellas. Supongo que me hace empatizar con él el hecho de que todo el mundo piense que es gilipollas. Pero dejar sin estrellas a los demás no está bien, claro que no.
Supongo que Sin Equilibrio te ha contado que ahora sí que sí hacemos pop chungo. Tú sigues con tu blog y nosotros no podemos vivir tampoco sin nuestras coplillas.
A mí incluso me da por escribir a veces. Sé que es algo que debo hacer porque siempre lo tengo en mente; pero como esa llamada que nunca haces y dejas para mañana, aunque el receptor sea tu mejor amigo de la infancia y te encantaría saber de él... siempre encuentro una excusa para no ponerme a ello.
Por lo demás, ojalá te vaya muy bien por esos lares cucudrílicos en los que habitan todavía los metalsaurios. Por aquí va bien la cosa. De hecho, creo que va bastante mejor que en 2006.

Un fuerte abrazo

Tu amigo, ChM

Metalsaurio dijo...

Es cierto, Ángeles, ¿Cómo si no se explicaría la desaparición de las estrellas? O un acto de los dioses o que alguien se les queda :) Me alegro de que te haya gustado!

¡Qué bien volver a saber de tí, ChM! Tú blog era buenísimo y seguro que lo que escribas ahora, sea mucho o poco, seguirá siendo igual de bueno o mejor. Estoy deseando leerlo, si es que se puede...:)

Hace poco recordé cuando le solté a Sin Equilibrio lo de: "¿qué tocáis, pop chungo?" y pensé "qué tonto era" (qué tonto yo, no sin equilibrio). Cuando tocabáis rock me parecíais muy buenos, y ahora, en otro estilo, también me lo parecéis. A ver si en alguna ocasión puedo ir a alguno de vuestros conciertos!

Me alegro de que te vaya bien, artistazo, que le das a todo y bien.

Un abrazo fuerte!