domingo, 29 de abril de 2018

Undécimo aniversario


Fue después de publicar la última entrada, la que suponía el final de la colección de relatos sobre los pecados capitales, cuando me di cuenta de que se me había pasado algo por alto y que debía subsanarlo en la próxima publicación.

El 29 de marzo este blog cumplió 11 años. Y justo hoy, cumple 11 años y un mes. O sea, que la Tierra ha girado 11 veces alrededor del sol desde que empecé con el blog. Ahora que lo pienso, el contar vueltas de la Tierra en vez de años es bastante más impresionante: una inmensa masa redonda girando alrededor de una bola de fuego…y durante 11 de esas vueltas Metalsaurio estaba allí…como el dinosaurio del relato aquel: “cuando abrió los ojos el dinosaurio aún estaba allí

Es evidente que la frecuencia de publicación es inferior a la que tenía al principio, pero también es cierto que está más vivo que hace un par de años. Así que estoy satisfecho de que el blog siga en pie y caminando, aunque sea despacito. Como leí una vez acerca de un tema totalmente distinto: “nos saldrá mal, pero es importante hacerlo”. De vez en cuando me viene a la mente esta frase, que no sé si será acertada siempre, pero hay ocasiones en las que sí: si el fin es deseable, el querer hacerlo perfecto no ha de paralizarnos, sino empujarnos a comenzar, poner empeño en que salga bien, y las imperfecciones se irán limando por el camino. Si llevamos este razonamiento al terreno de blog: sin duda preferiría una mayor frecuencia de publicaciones, pero publicar es el primer paso.

Dicho esto, mantengo el objetivo, pocas veces cumplido, de una publicación por semana.

Otro de los objetivos es hacer una nueva recopilación de relatos a lo largo del año. Si bien, antes me gustaría rematar alguna de las series que quedaron atrás: la del príncipe desencantado (que más bien debería llamarse La princesa Bernalda), desertores y el epistolario secreto. Estas 3 son historias que dan para más de lo que escribí y me gustaría retomarlas.

¿Será una auto publicación como la anterior, o lo intentaré en una editorial? Aún no lo sé. Cada cual tiene sus ventajas e inconvenientes.  Y tiempos…lo primero es terminar de escribir, repasar, corregir, y después ya se verá. Creo que alguna vez ya lo he comentado aquí…cuando hace años me preguntaron:

¿Qué harás cuando acabes aquí?

Cuando acabe, ya se verá…

− ¿Crom proveerá, no?

Sí, Crom proveerá.

En ese momento me sentí un poco como Conan. Con esa actitud sigo respecto a los escritos: sigo en ello, y cuando toque decidir, lo haré.

Y como siempre: ¡gracias por las visitas y comentarios! Son para mí un regalo. A fin de cuentas, el tiempo es lo único que realmente tenemos y me dais parte del vuestro.

¡Seguimos!


sábado, 7 de abril de 2018

Soberbia


Para seguir pecando, visita las entradas anteriores: Lujuriapereza , gulairaavaricia y envidia

Obdulio es un economista brillante, el que más. Por eso, sin conocerlo a fondo, muchos lo consideran la persona más inteligente del mundo por aplicar su mente privilegiada al estudio del dinero. Sin duda estas gentes parten de una perspectiva egoísta, en la que prima el beneficio propio a costa de lo que sea. Y no es este el caso de Obdulio. De hecho, Obdulio además de inteligente es desprendido. Acaso estas son sus únicas virtudes. Obdulio estudió la generación y el reparto de la riqueza, y finalmente creó una sencilla ecuación, con la que se hace inevitable el crecimiento económico y el desarrollo de sociedades felices.

Es entendible, claro, que le hayan concedido el premio Nobel de Economía y el de la Paz. Prácticamente todas las capitales le han dedicado una calle o un monumento. El mundo nada en la abundancia y se pueden permitir eso y mucho más, pero la ecuación de Obdulio no permite los dispendios. Y no sólo las instituciones reconocen su talento, sino que a cualquiera que se le pregunte por Obdulio se deshará en elogios hacia él. Todos están agradecidos.

Sin embargo, como decíamos antes, Obdulio es inteligente y desprendido, pero también destaca por su altanería y estas atenciones le saben a poco. Tampoco tiene en estima a los que se las hacen, a quienes considera incapaces de sacarse las castañas del fuego. Ambos pensamientos se retroalimentan y lo disgustan tanto que en su mente va tomando forma la idea de retocar su famosa ecuación: igualmente efectiva en lo económico, pero con un toque de servilismo hacia él. Es consciente de que no es posible. Su ecuación es perfecta y sus mejoras sociales son imparables.

Es un día cualquiera de primavera en el que el sol brilla y calienta sin abrasar. Los pajarillos se posan en los árboles de las aceras y cantan para Obdulio, que camina malhumorado, y para todo el mundo. Alguien lo reconoce, lo saluda y le da las gracias. Antes de que pueda seguir, Obdulio lo detiene, le hace una llave de yudo y lo inmoviliza en el suelo. “¿Sólo me das las gracias? Me debes mucho más que eso”. El vecino está dolorido, pero sobre todo desconcertado. Apenas puede hablar, pero aún así consigue decir unas palabras: “Lo siento”.

Con ese arrebato salvaje Obdulio ha traicionado a su ecuación.

Las ecuaciones, al ser inmateriales, no se rompen, pero las que son sensibles al bienestar son tan frágiles que no soportan que su autor les dé la espalda…y sufren un ataque de aleatoriedad. Justo en ese momento, los pájaros guardaron silencio un par de segundos, algo imperceptible.

Obdulio aflojó su agarre sobre el hombre y éste se libró de la opresión, le dio un puñetazo en el estómago y escapó. Obdulio quedó doblado por el dolor y con el orgullo por los suelos. Sabía que había estropeado la ecuación y que la aleatoriedad le había devuelto su traición.

Se encerró en casa a ver cómo el mundo se iba al traste, pero eso no pasó. La aleatoriedad simplemente hizo que las calles con su nombre lo cambiaran por otro, sus estatuas se cayeran y el agradecimiento general fuera poco más que una anécdota. Todos felices y con Obdulio en las penumbras del olvido.